sábado, 6 de febrero de 2010

LA RELIGIÓN Y LA GUERRA.

Se puede decir que en periodo final de las civilizaciones mesoamericanas todos los pueblos eran verdaderas teocracias militares, en las que la guerra estaba subordinada al fin religioso. Los guerreros y los sacerdotes permanecieron unidos al frente del gobierno y adaptaron la religión para que los grandes sectores populares adquirieran, a través de la práctica religiosa, respeto por las actividades militares y generaron con cierto fanatismo el espíritu guerrero que era aprovechado en las empresas bélicas de cada pueblo.

La guerra fue considerada una práctica religiosa, por ello resultaba de gran mérito morir en combate; por el contrario, era denigrante resultar prisionero y conservar la vida durante la guerra. Alos guerreros que morían en batalla se les destinada un paraíso especial, en cambio a los prisioneros de guerra se les condenaba a la esclavitud o a morir en el sacrificio.

Fue tal la vinculación de la guerra con la religión, que en los últimos tiempos, entre los pueblos del centro de México, se practicaron las “Guerras Floridas”, éstas se concertaban de pueblo a pueblo y su propósito no era el de imponer dominación a los vencidos o someterlos al pillaje; el único propósito de estas guerras era capturar prisioneros para sacrificarlos en los templos.

Es conveniente señalar que las actividades guerreras contaron con el total respaldo de la religión y los sacerdotes, y que muchas veces los principales jefes militares eran reconocidos como sacerdotes de alta jerarquía. Los guerreros triunfadores eran objeto de especiales atenciones en los templos y en las ceremonias.

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