miércoles, 23 de noviembre de 2011

El Papa rechaza la idea de «inculturación» y se opone al sentimentalismo en la liturgia

Este viernes, durante el vuelo de Roma a Cotonou, Benedicto XVI mantuvo el tradicional encuentro aéreo con los informadores que cubren su visita a Benin.

Una de las preguntas transmitidas al Papa por el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, versó sobre el debilitamiento de las religiones tradicionales en África, simultánea al éxito de comunidades evangélicas o pentecostales, y sobre la actitud que debe mantener ante ellas la Iglesia, con la que son muy "agresivas".

Para el Papa, esas comunidades son un fenómeno mundial, con algunos elementos característicos: "Poca institucionalidad, poca instrucción, un mensaje fácil, simple, comprensible, aparentemente concreto, y una liturgia participativa con expresión de los propios sentimientos, de la propia cultura y también combinaciones sincretistas entre religiones".

"No debemos imitar a estas comunidades", afirmó el Papa sin ambages, "sino preguntarnos qué podemos hacer para dar nueva vitalidad a la Iglesia católica. Y diría que un primer punto es ciertamente un mensaje simple, profundo, comprensible. Es importante que el cristianismo no aparezca como un sistema difícil, uropeo, que otros no puedan comprender y realizar, sino com oun mensaje universal que es que Dios existe, que Dios está con nosotros, que Dios nos conoce y nos ama y que la religión concreta invita a la colaboración y la fraternidad".

También es importante, continuó Benedicto XVI, "que la liturgia sea participativa, pero no sentimental. No debe basarse sólo en la expresión de los sentimientos, sino caracterizarse por la presencia del misterio, una liturgia en la cual entramos, por la cual nos dejamos formar. Y diría también que en la inculturación es importante no perder la universalidad. Preferiría hablar de interculturalidad, y no tanto de inculturación. Esto es, de un encuentro de las culturas en la común verdad de nuestro ser humano y nuestro tiempo, y así crecer también en la fraternidad universal. Y no perder esta gran cosa que es la catolicidad, que en todas las partes del mundo somos hermanos, somos una familia que se conoce y que colabora en espíritu de fraternidad".

El amigo Gantin

También durante el vuelo, el Papa Ratzinger desveló que conoció al cardenal Bernardin Gantin durante su consagración como obispo en Múnich en 1977, a la que acudió porque tenían un discípulo común.

"Para mí fue magnífico encontrarme con este joven obispo africano lleno de fe, de alegría y de valentía", dijo el Papa: Luego colaboramos muchísimo, sobre todo cuando él era prefecto de la Congregación para los Obispos, y luego en el Sacro Colegio cardenalicio. Siempre admiré en él su inteligencia práctica y profunda, su sentido del discernimiento, de no caer en fraseologías sino de comprender qué era esencial y qué no tenía sentido. Y luego, su verdadero sentido del humor, muy bueno. Sobre todo era un hombre de profunda fe y oración. Todo esto convirtió al cardenal Gantin no sólo en un amigo, sino también en un ejemplo a seguir, un gran obispo africano, católico. Son verdaderamente feliz de poder ahora rezar sobre su tumba y sentir su proximidad y su gran fe, que lo convierte -siempre lo fue para mí- en un ejemplo y un amigo".

Tras la recepción por las autoridades civiles en el aeropuerto de Cotonou, el Papa se desplazó hasta la catedral de Nuestra Señora de la Misericordia y posteriormente se retiró a descansar antes de las intensas jornadas del sábado y el domingo.